Cada vez que una persona se altera, el corazón, sistema nervioso, pulmones y
músculos realizan un sobreesfuerzo. Una actitud hostil aumenta el riesgo de
sufrir enfermedades y de menoscabar las relaciones interpersonales, es por ello
que el enojo debe manejarse.
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Irene Quintana psicóloga
clínica y sexóloga explica que al igual que otras emociones, el enojo va
acompañado de cambios psicológicos y fisiológicos. Cuando nos enojamos, la
frecuencia cardíaca y la presión arterial se elevan y lo mismo sucede con el
nivel de hormonas de energía, adrenalina y noradrenalina; la coloración del
rostro cambia a rojizo, debido a la presión sanguínea, las cejas bajan y se
juntan, la mirada se endurece y los labios se estrechan.
Cuando no resulta ninguna
de las anteriores, retírese del lugar donde se manifestó la emoción y camine
unos minutos para distraer la mente, manteniendo siempre la respiración
controlada. Piense en positivo. Frene los pensamientos negativos y sustitúyalos
por recuerdos gratos y placenteros, no deje que la rabia sea el ladrón del
bienestar.
Estampas*
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